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Historia de la empresa pionera de juguetes sexuales en Colombia
Luego de un par de años de fabricar y vender todo tipo de bromas en Medellín, arriesgarse a invertir un pequeño capital en vibradores y juguetes sexuales, era como pararse en el filo de una navaja. "¿Dónde esta mierda no se venda qué hago?", pensó. Hoy, luego de 20 años de haber dicho sí, Ríos, un comerciante empírico de 44 años, que trabaja desde los 13, se convirtió en el rey de la venta de juguetes sexuales en Medellín, y uno de los más importantes del país con su sex shop Sexo Sentido.
"Esa época era muy violenta y la gente necesitaba felicidad", dice mientras sonríe como Tío Rico, con la satisfacción del negociante exitoso. Y remata: "Sacamos esos vibradores y los exhibimos ahí junto a las bromitas en el local del centro. En menos de una semana se habían vendido todos y ya estábamos llamando al distribuidor para que nos enviara más". El palacio del rey Las primeras ventas de 'bolitas chinas', aceites lubricantes, vibradores y 'huevitos vibrantes' le afinaron el tacto, el discurso, la puesta en escena para vencer la pena de los paisas, esa tara cristiana, a aceptar su sexualidad, a disfrutarla sin tapujos, a llevar juguetes a su cama. "La mayoría de los clientes decían que lo que compraban era para una prima, para un encargo, pero nunca para ellos", recuerda Ríos.
"Nunca conocí un producto que no se vendiera", agrega, para apoyar la teoría universal de que hay gente para todo, y más si de sexo se trata. Para muestra un vibrador con nombre de reptil: el anaconda. Es un dildo de 29 pulgadas de largo (97 centímetros) y cinco de diámetro, que siempre que llega se agota rápidamente.
Poco a poco el capital fue creciendo y se hizo evidente que ya tenía con qué hacer sus propias importaciones. Empezó a hacer los contactos con los fabricantes directos en Nueva York y Los Ángeles. En pocos años pasó de un sex shop a cinco en la actualidad en Medellín, otro en Cali y compradores mayoristas y minoristas "desde La Guajira hasta Amazonas", afirma.
Ahora sus dominios son un extenso laberinto de 60 metros cuadrados lleno de estanterías repartidas en ocho habitaciones de la sede de Sexo Sentido, como se llama esta aventura comercial y erótica. Más de dos mil clases de distintos productos se agrupan por millares en los callejones de la bodega. Pastillas que vencen la gravedad, dulces, látigos; vibradores dobles, de colores, fluorescentes; vaginas portátiles, muñecas inflables, retardantes egipcios en crema y spray; aceites, feromonas, bombas para el pene, sillas y columpios; y todo lo que la imaginación sexual ha vuelto objetos para usar solo o en compañía.
La pequeña empresa que empezó en una vitrina es todo un emporio con departamentos de mercadeo, servicio al cliente, ventas por Internet, entregas en Colombia y en países como Ecuador, Venezuela, Costa Rica y Panamá.